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“JODER CON GRACIA” (a propósito de las hablas andaluzas).
Son ya muchas veces las que he escuchado hablar del “dialecto andaluz” a la misma altura de otras lenguas como el catalán, el gallego o el vasco. Son también muchas las veces que he oído/ leído los mil y un defectos que tiene este “dialecto” respecto a la supuesta norma española.
Invito al lector a que se dedique a escuchar cuando tenga ocasión a diferentes hablantes provenientes de la región “supuestamente bárbara” de Andalucía, aquella que distorsiona la lengua de nuestra madre patria. Podrá comprobar, sin tener un oído especializado, la amplia gama de variaciones que se encuentra en todo el territorio: cómo unos sesean, otros cecean, otros distinguen, unos dicen vosotros y otros para denominar a la misma realidad dicen ustedes (sin cambiar al registro formal), cómo unos son “killos”, otros “pisha”, otros “poya”, otros “zagales”. Entre todos formamos esa combinación que formalmente se denominan “hablas andaluzas”. ¿Por qué “hablas andaluzas” y no simplemente “andaluz”? Precisamente por lo antes expuesto, porque no podemos denominar estas múltiples realidades lingüísticas como una sola, pero de esto no me quiero ocupar puesto que hay dialectólogos que se dedican y comen de ello. Lo que quiero compartir es el sentido pragmático que suelen dar hablantes no andaluces (originales de Andalucía), a estas hablas andaluzas. Hablando clara y llanamente: parece que cuando un andaluz habla siempre lo hace bromeando, no en serio, de guasa, “de coña”, por meras cuestiones léxicas y fonéticas que diferencian (como en otras regiones) el español de Andalucía.
Estando en un curso de formación de profesores de español (teóricamente todos “especialistas” en lengua española), hablando sobre la enseñanza y el uso adecuados/ inadecuados de tacos en alumnos no nativos, una profesora opinaba sobre esta cuestión que dependía de qué español partiéramos; palabras textuales: “Si un andaluz dice “joder”, como lo dice con esa gracia de los andaluces” parecía que no tenía por qué ser un error, pero si “en cambio, lo dice un castellano”, entonces sí le parecería incorrecto. No seré yo quien califique el nivel de profesionalidad de esta chica o la calidad de sus clases, pero si entre colegas es capaz de decir semejante barbaridad (porque esto sí es una barbaridad, no las hablas andaluzas), no quiero imaginar qué les dirá a sus alumnos.
Este suceso es solo un ejemplo de lo explicado más arriba sobre el valor o (des)prestigio social (o parodia) que se da a ciertas variedades del español. El andaluz (lejos de ser un payaso, aunque desgraciadamente muchos se enorgullezcan de estas cuestiones) simplemente produce el español con los rasgos característicos de la zona, sin más. Por todo ello, como español, español, andaluz, malagueño, rondeño, profesor de español y hablante de la variedad del español que se usa en Ronda (Málaga), dentro de las hablas andaluzas, quiero tranquilizar al mundo destacando que hasta el momento no me he encontrado con ningún problema de comunicación con el resto de hispanohablantes, ni he encontrado alumno o alumna que por mi variedad me haya rechazado o no me haya entendido. Así que mi conclusión final es que “se joda” (con gracia) todo el que no sepa valorar la riqueza de esta en concreto y todas las variedades del español.