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Juego de niños, juego de mesa, juego didáctico o educativos, juego de cubiertos, videojuegos, juego de palabras… la palabra juego se aplica a un montón de cosas. Aquí nos centraremos en el juego como esa parte central de nuestra infancia, que nos hizo adquirir muchas habilidades y destrezas y cómo podemos seguirla usando para aprender lenguas en las épocas no tan tempranas. El juego nos permite desarrollar habilidades motrices e intelectuales, por ello, nos parece oportuno su uso en la clase de lengua.
Con el juego en la clase de lenguas podemos convertirnos en otras personas con otras características distintas, con roles diferentes, fantásticos e incluso inventados. Este tipo de actividades hace que el alumno pueda verse en situaciones reales de comunicación, en las que tendrán que practicar los conocimientos previamente adquiridos, sin necesidad de verse expuestos personalmente, puesto que todos los miembros de la clase participan de la misma dinámica. Nadie pone en peligro su “orgullo”, su imagen personal, porque todos deben cambiar sus identidades, o actuar.
El juego es un elemento motivador que permite incluir la diversión en el aula, pero no solo por el hecho de divertirse, sino encaminado hacia el aprendizaje. Se rompe la “formalidad” de la clase tradicional, pero sin dejar de aprovechar el tiempo, ya que el juego en la clase debe estar orientado a la práctica de lengua, no a la mera distracción.
Para trabajar de manera efectiva, los juegos deben ser atractivos, deben aparecer en la clase tarjetas, fotos, folios de colores, si es posible materiales visuales, con audio, etc. El alumnado debe percibir la preparación previa que conlleva su uso. También es importante para su aprovechamiento el trabajo en pequeños grupos para que el alumnado se sienta seguro y no demasiado expuesto al “ridículo”, también teniendo en cuenta qué roles se otorga a cada uno dependiendo de su personalidad.
Con el juego el profesor y alumnos pierden la distancia que normalmente en las clases los separa, ya que hace que tanto profesor como alumnos sean muchos más activos y se impliquen más en la dinámica de la clase, independientemente de la voluntad previa que tenga cada uno de ellos al entrar al aula. Por este motivo, hay muchos profesores reacios al uso de juegos en clase; es más sencillo seguir una ruta programada de ejercicios en la que los alumnos hacen, él explica y corrige. Por otra parte, también hay bastantes reacios puesto que el juego al romper los moldes formales, la clase se puede ver desordenada con más facilidad. Cuando digo desordenada me refiero desde la falta de control sobre la misma (lo que nunca debe ocurrir) hasta falta de atención.
Sin embargo, y como muchas cosas en esta vida, la justa medida es una buena opción. Si se abusa del juego, el profesor se cansa y el alumnado también, entre otras cosas porque puede desvirtuarse el objetivo del aprendizaje y cambiarse por el componente lúdico meramente, perdiendo el interés por la lengua en sí misma.
En resumen, si es posible, es muy beneficioso el uso de elementos lúdicos en la clase ya que contextualizan la lengua española, haciendo que la utilización del idioma por parte de los alumnos sea natural, real, por la falta de presión.